lunes, 4 de enero de 2010

Nuestro Carisma

Consagradas al Misterio Eucarístico

La Orden de las Adoratrices Perpetuas, toma la propia fisonomía y el propio espíritu característico de la Eucaristía... consagradas al Misterio Eucarístico, las Adoratrices tienen en éste donde vivir y de dónde vivir . Espiritualmente operantes en el corazón de la Iglesia, sacando de la fuente de la Eucaristía , ellas testimonian a todos la presencia entre los hombres del Dios Amor.

El específico deber de las Adoratrices es el de adorar día y noche, ininterrumpidamente a Jesús Eucaristía: tal adoración no se limita al tiempo transcurrido de cada una en la adoración delante a Jesús expuesto en el altar, y menos aún es perpetua solo porque cada adoratriz ora en nombre de todas. Sino porque la adoración penetra cada instante de su vida: la Adoratriz, donde esté, en cada momento y cualquiera sea su ocupación puede responder, "estoy adorando a Jesús Eucaristía". La Madre Fundadora insiste mucho sobre este aspecto de la vida de las Adoratrices: todo debe ser vivido por Jesús Eucaristía.

A la totalidad del don de sí mismo de parte de Jesús en la Eucaristía ( " habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final , Juan 13,1") se responde con la totalidad del don de sí misma.

El específico apostolado de las Adoratrices es doble: antes que nada el que se ejercita con la adoración y la inmolación, que se vive en la intimidad, escondidas en Dios, pero no por esto menos fecundo.

Pero las Adoratrices ejercitan también una forma particular de apostolado: aquél constituido por su presencia a los pies del altar, una presencia que habla por sí misma y atrae a los fieles laicos, y les ofrece la posibilidad de estar delante la custodia en íntimo coloquio con Jesús Eucaristía; para este fin la Madre ha querido que los monasterios surgieran en medio de la ciudad, para dar esta posibilidad. La Madre deseaba ardientemente que Jesús Eucaristía fuese adorado ininterrumpidamente no sólo por las monjas, sino también por los fieles laicos. Que existan ayer como hoy, hombres y mujeres de toda edad que encuentran en Jesús, presente en el Santísimo Sacramento, el amigo más querido y fiel, la fuente de su paz y su esperanza, es para cada Adoratriz motivo de alegría y de acción de gracias, pero sobretodo da gloria al Señor que pone sus delicias en habitar entre los hijos de los hombres.

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