lunes, 4 de enero de 2010

Vida Contemplativa

Las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento realizan integralmente la vida contemplativa.

La Iglesia, Esposa del Verbo, realiza de manera particular el misterio de su unión exclusiva con Dios en aquellos que están consagrados a la vida contemplativa ("Verbi Sponsa 1) y las Adoratrices Perpetuas del Smo. Sacramento, en la Iglesia y por la Iglesia, a cuyo servicio están de manera especial consagradas, realizan integralmente la vida contemplativa.

La vida contemplativa se define como:
- una realidad de gracia, vivida por quien cree, como un don de Dios;
- esto habilita para conocer al Padre en el misterio de la comunión Trinitaria para poder así gustar de la profundidad de Dios;


Se afirma que el esfuerzo de fijar en Dios la mirada y el corazón se transforma en el acto más alto y más pleno del Espíritu y este ardor hacia Dios se expresa:
- en la escucha y la meditación de la Palabra de Dios;
- en la comunión de la vida divina que se transmite con los Sacramentos y de manera especial en la Eucaristía, en la oración litúrgica y personal, en la adoración;
- en el constante deseo y búsqueda de Dios y de su voluntad en los eventos y en las personas;
- en la participación conciente a su misión salvadora;
- en el don de sí a los otros por la venida del Reino de Dios.
identidad teológica y espiritual de la vida contemplativa


La originalidad de la vida contemplativa nace en la era apostólica con una serie de actitudes que por sí mismas justifican la decisión y la determinación de dedicarse plenamente al interior de la comunidad cristiana, a un género de vida que permita una atención única y exclusiva al Señor.
Para definir la naturaleza de la vida contemplativa es necesario volver a las fuentes de la revelación. El Magisterio de la Iglesia encuentra la raíz y el fundamento principal de la vida contemplativa en la llamada del hombre a la comunión y al coloquio con Dios. Este coloquio de amor fue iniciado por Dios, el cual, en su bondad y sabiduría se reveló al hombre y lo ha invitado como un amigo a la conversación con Él.


San Pablo afirma que esta llamada viene realizada por medio de Cristo que es el "mediador entre Dios y los hombres". Por lo tanto para llegar a la comunión con el Padre es necesario unirse antes con Cristo y acoger la acción del Espíritu Santo, enviado para santificar continuamente la Iglesia. Así por obra del Hijo y del Espíritu Santo los fieles pueden responder a la invitación del Padre al coloquio amoroso con Él.

A este coloquio con Dios son llamados todos los cristianos pero algunos, por un don particular del Señor, se consagran de manera especial así de hacer el único programa de sus vidas.

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